¿Por qué no te gusta el porno?
- Sady Gomez
- 30 oct 2016
- 2 Min. de lectura
No es ningún secreto que la pornografía está más dirigida al público masculino que al nuestro, ya sea porque son mayores consumidores o porque los directores más importantes de este tipo de cine aún no se arriesgan a hacer guiones para nosotras.

La cuestión es que el porno tiene una gran audiencia y ha llegado
a representar una importante fuente de información.
El problema viene cuando alguien cree que el sexo real debería parecerse mucho al del porno… Y esto es imposible. Igual que cuando vemos una película de acción, no se nos ocurre coger el coche y conducir a 200km/h mientras nos persigue la policía porque sabemos que es ficción, tampoco podemos pretender hacer en la cama lo mismo que en una película pornográfica. Todo está manipulado y preparado, desde la falsa sensación de placer que muestran (recordemos que son actores), los fluidos corporales (a veces son preparados con ingredientes) o los propios genitales (operados y manipulados con la cámara).
Si nos fijamos, estas películas suelen tener algunos elementos en común, como por ejemplo: el hombre es el claro protagonista y las mujeres están para darle placer; los gritos y gemidos son constantes; no hay diálogo ni miradas de complicidad, sencillamente quieren tener sexo nada más verse; no existen las interrupciones ni los imprevistos; el movimiento es mecánico y estudiado, como una coreografía, etc. Y estas características no se encuentran en el sexo real, ya que en éste los cuerpos no son perfectos, nos acabamos manchando, a veces cuesta “encender el motor”, hace frio o hay ruido, molesta el pelo en la cara, alguien nos interrumpe, el pantalón no acaba de salir con facilidad… ¿Te suena algo de esto?
Por este motivo, el porno no debe ser visto como algo que nos acompleje o nos haga creer que no estamos haciendo las cosas bien. Debe verse como la película que es y no como un documental que tomarse en serio. Y si los hombres ven más pornografía es porque han creado una demanda y han aceptado lo que les ofrecen, mientras que las mujeres (por vergüenza, recato o desconocimiento) no hemos dicho la nuestra. Hace unos años que han empezado a surgir directores porno (sobre todo mujeres) que han apostado por un cine adaptado a la sexualidad femenina, porque nuestro cerebro sexual es distinto al de ellos. Esto no quiere decir que no tengamos las mismas ganas ni que disfrutemos menos, sino que reaccionamos a otros estímulos, por ejemplo: que el clítoris sea más importante que la vagina, que haya cierta pasión entre los protagonistas, que los cuerpos sean naturales y sensuales… ¡La lista es infinita, tanto como mujeres hay en el planeta!
¿La solución? Tener criterio para diferenciar la ficción de la realidad, y seleccionar aquella pornografía que sí nos haga vibrar, puesto que puede tener beneficios en nuestra vida sexual: que nos de alguna idea nueva para hacer (a nuestra manera, claro), que nos provoque tener más ganas de sexo con la pareja o que nos ayude a la hora de masturbarnos.
Cualquier razón es buena si se utiliza la pornografía para pasar un buen rato, a solas o con quien nos apetezca, y explorar un poco más nuestra sexualidad.
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